The Last Clockwinder – Análisis

Por José Miguel Rodríguez Ros Análisis 10 minutos de lectura

Voy a ser directo: The Last Clockwinder es una de las grandes sorpresas del año en el mundo de los videojuegos, no solo en realidad virtual. Aunque no es un juego perfecto, es mágico, está bien hecho y, sobre todo, es muy divertido. Tras superar el juego de Pontoco, os cuento lo que me ha parecido en este análisis.

The Last Clockwinder ya está disponible en Steam y Meta Quest 2 (versión en la que he jugado) y creo que es una de esas experiencias que todo usuario de realidad virtual debe probar. El juego consiste en reparar una antigua torre de reloj construida en el tronco de un árbol, realmente misterioso, que lleva varios años abandonado. Para que el árbol vuelva a funcionar a toda capacidad, es necesario programar a una serie de robots para que cultiven fruta de forma automatizada, con el objetivo de que este lugar siga vivo y no se hunda en el océano.

Sí, la historia del juego es a priori un poco extraña, y ese contexto tan difuso puede hacerse cuesta arriba para algunos jugadores, ya que el título solo está en inglés (ni siquiera tiene subtítulos en español). El juego tiene cierto componente narrativo, así que si no entendéis inglés, no os recomendaría jugarlo, pero también quiero dejaros claro que no es muy complejo de entender. Aún así, lo importante está en la jugabilidad.

¡Un robot que me imita!

Cuando entramos por primera vez a la torre, llama la atención que solo hay una sala de dimensiones reducidas por la que podemos movernos. Pero la realidad es que este lugar tiene un extraño sistema de conexiones que, gracias al “pago” que realizamos con las frutas que vamos cultivando y convirtiendo en zumo, nos permite intercambiar la parte central de esa sala, dando lugar a multitud de escenarios diferentes donde podremos avanzar en la historia, cultivar más frutas, realizar nuevas actividades que se desbloquean y encontrar nuevas llaves que nos desbloquearán nuevos escenarios para progresar.

The Last Clockwinder

La torre funciona como una especie de huerto y la fruta que obtenemos nos da acceso a más secretos. Como decía, nos permite conseguir nuevos destinos, pero también la utilizamos, por ejemplo, como combustible para activar algunas máquinas. Es más, también podemos combinar las frutas y procesarlas para obtener una nueva divisa, que nos permite obtener otras mejoras. Pero, ¿qué hace tan especial al juego? La automatización, porque no vais a ser vosotros quienes cultivéis la fruta o hagáis otras acciones sin descanso. No. Lo harán unos robots que imitarán vuestros movimientos.

Al empezar The Last Clockwinder, la torre nos proporciona los guantes del “Clockwinder”, un artilugio que nos permite generar unos robots que reproducirán los movimientos que realicemos en bucle. Es decir, si para hacer zumo necesitamos coger una fruta de un árbol y meterla en el bidón en la que se hace, nosotros podemos realizar el movimiento exacto y un robot aparecerá en el mismo lugar, imitando exactamente todo lo que nosotros hemos hecho, metiendo frutas en el bidón sin parar.

En ese caso, para que la automatización fuera completa, deberíamos poner a otro robot accionando la palanca del bidón que prensa la fruta y crea el zumo. Con esos dos robots estaríamos creando zumo a un ritmo determinado de forma totalmente automática. Y sí, esto es lo más básico. Si un árbol está muy lejos del bidón, ¿qué podemos hacer? Pues poner a varios robots o intentar encestar la fruta desde lejos. Si lo logramos, el robot lo hará siempre.

El secreto del juego está en combinar a todos los robots, en pensar de una forma global cómo podemos hacer un proceso de forma automática si fuéramos varias personas trabajando. Los bucles de cada robot pueden durar unos pocos segundos, dependiendo de la tarea, y será importante además combinar bien los tiempos de cada uno.

The Last Clockwinder

Por ejemplo, si necesito coger una fruta y añadirle un palo que está lejos, lo que tendré que hacer será lo siguiente: primero, programo el robot que coge la fruta y termino su movimiento dándosela a “alguien”; después, me pongo en ese hueco y cuando el robot me vaya a dar la fruta la cojo y le añado el palo, movimiento que grabaré para que el robot que aparezca ahí haga lo propio y el resultado sea, todo el rato, que una fruta acaba con un palo puesto.

Es decir, hay que crear toda la cadena de automatización y producción, o de las acciones a realizar, por lo que en cierta forma The Last Clockwinder es también un juego de puzles, ya que las pistas que da el juego son escuetas. A veces hay que reflexionar ligeramente sobre cómo hacer alguna cosa, pero sobre todo lo complicado a veces es tener claro cómo programar a los robots para que lleguen a hacer lo que nosotros queremos en todo momento.

Al principio es fácil, pero se llega a unos niveles de complejidad que pueden ser enormes. Eso sí, el juego está creado para todo el mundo y no quiere que nos volvamos locos. Aunque en muchas ocasiones nos da una recomendación del ritmo al que podríamos producir (por ejemplo, nos puede sugerir que con 2 robots deberíamos cultivar 15 frutas en un minuto), en ningún momento hay que seguirlo si no queremos.

Esto se agradece porque el juego es una experiencia tranquila y muy disfrutable, que no nos presiona. El objetivo es cumplir la producción necesaria para avanzar o realizar los objetivos propuestos, pero el cómo lo hagas no es un problema, lo que ayuda a que cualquier jugador se anime a probarlo, sin preocuparse por si sabrá automatizar los procesos de la forma más óptima o por si tarda más o menos en hacer algo.

The Last Clockwinder

Disfrutar del viaje

A The Last Clockwinder le viene muy bien ser un juego calmado, porque además es muy bonito de ver. El entorno, aunque sea pequeño, está muy detallado y presenta unos gráficos fantásticos. Realmente estoy gratamente sorprendido por su rendimiento en Meta Quest 2 y estamos ante un juego pulido, sin bugs y con mucho cariño en todas sus facetas.

Pero, sin duda, lo que ayuda a disfrutar del juego son los propios robots. Cuando juntas a 4 o 5 y te pones a mirar tu creación, sobrevuela una sensación realmente mágica. Has dado vida a unos seres que te imitan y, además, con unas animaciones bastantes fieles a los propios movimientos que tú has hecho, algo curioso, porque poseen un cuerpo muy distinto al de un ser humano.

La historia acompaña y uno se va haciendo a ella, cogiéndole cariño a la protagonista (nosotros) y a la anterior guardiana de la torre, e incluso al propio espacio, misterioso y extraño, pero sumamente bello. Aunque el relato no sea nada del otro mundo, el conjunto está muy bien conseguido y ayuda a creerse totalmente que estamos en ese lugar, del que por supuesto no os he contado casi nada, porque sería romper gran parte de la gracia del juego, que dura unas 5-6 horas.

The Last Clockwinder Analisis Texto 5

Conclusiones

The Last Clockwinder es un juego atípico y quizá algunos jugadores no conecten con él, pero si os gusta la automatización, los puzles y las historias cautivadoras, no podéis perdéroslo. Creo que es uno de los mejores juegos de realidad virtual de lo que llevamos de año y, además, lo sitúo en una posición muy alta en el top global de videojuegos de 2022. Un título único, mágico y sorprendente a nivel jugable.

Por último, dar las gracias a Cyan Ventures por cedernos una copia de The Last Clockwinder.

The Last Clockwinder
The Last Clockwinder
RECOMENDADO
Tienes la misión de reparar una antigua torre de reloj construida en el tronco de un árbol colosal. En su interior, encuentras un par de guantes que te permiten convertir cualquier cosa que hagas en un autómata de relojería en bucle.
🟩 ¡Que me ha gustado! 👍
Jugabilidad única y divertida
Muy bonito a nivel gráfico
🟥 ¡Que no me ha gustado! 👎
Solo en inglés
🔥 Mejores ofertas 🔥

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