Impresiones de Realm of Ink en acceso anticipado

El primer Hades-like a cargo de Leap Studio y Maple Leaf

Por Israel Mallén Avances 12 minutos de lectura

La polémica entre Nintendo y Palworld, además de darme una excusa con la que arrancar este análisis, plantea una pregunta muy interesante: ¿Dónde dibujamos la línea entre plagio e inspiración? Habrá quien piense que la patente deriva de las mecánicas o el estilo artístico, pero entonces saltar estaría reservado al oficio de fontanero y no existirían corrientes como el cel shading. Quizá sea más complejo que todo eso.

Realm of Ink

Realm of Ink

Realm of Ink es un juego Roguelite de acción al estilo Ink. Mientras persigue al Demonio Zorro, la espadachina Red descubre inesperadamente que su vida está dictada por el «destino» dentro del mundo del libro. Sólo si se libera podrá desvelar la verdad de su existencia y desafiar las restricciones del destino.

El nacimiento de los Hades-like

¿Acaso no fue la inspiración de Symphony of the Night en Metroid lo que dio lugar a los metroidvania? Partir de un referente claro puede servir para pulir y construir sobre lo que ya hicieron otros. No se trata de reinventar la rueda, sino de aportar algo a la conversación. Y eso es lo que intenta el Early Access de Realm of Ink, un roguelike de acción que se postula como el primer Hades-like.

Porque, seamos honestos, la obra de Leap Studio y Maple Leaf se parece a Hades. Mucho. En lo jugable, con un baile constante de ataques y esquivas para vaciar una sala tras otra. En la progresión, eligiendo una ruta u otra según queramos obtener dinero, objetos o nuevas habilidades. Y hasta en la narrativa. Red, la protagonista, es una espadachina que descubre que su destino ya está escrito. Literalmente, pues vive en un libro. Como Zagreo, luchará por adueñarse de su futuro derrotando a un monstruo tras otro. Y lo hará con una actitud chulesca muy propia del heredero del inframundo de Supergiant.

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Más allá de la copia

Cuesta negar el parecido, no cabe duda. Sin embargo, Realm of Ink usa la tinta para crear más que para copiar. Sobre la mesa pone un sistema de gemas de tinta, un par de joyas combinables entre sí y con las que mejorar estadísticas y obtener ataques especiales. Que sí, que eso también lo hace Hades, pero Leap Studio añade su propio toque en forma de una mascota que también se beneficia de estas 22 gemas para ayudarte contra los enemigos. Según cuáles combines, el simpático Momo evolucionará en una de sus más de 15 formas, cada una con ataques y efectos especiales. Mi favorita es Thunder Momo, que ofrece un 15% de probabilidades de invocar una cadena de rayos por cada ataque básico. Orientando tu build a aumentar ese porcentaje y la velocidad de ataque, ya imaginarás que los resultados pueden ser devastadores. De hecho, en mi primer intento fortalecí a Momo más de la cuenta, tanto como para poder centrarme en esquivar ataques y que él se ocupara de cualquier amenaza.

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Confiando en que se balanceará durante el Early Access,  lo cierto es que el juego suma una capa de estrategia adicional al obligarte a pensar en la build de tu personaje, pero también en el acompañante. En relación a esto, cabe destacar la buena variedad de perks -más de 130-, armas -una por cada una de las 9 formas de Red- objetos, efectos de estado y en definitiva sinergias que incluye este Early Access. Cada partida se siente lo suficientemente distinta a lo largo de sus cuatro mundos, 8 jefes -y otros tantos minijefes- y el enemigo final. Por no hablar de sus cuatro ajustes de dificultad y el modo infinito. Ya hay una base sustancial y lo lógico es que este periodo previo al lanzamiento sirva para añadir más todavía.

Otro punto diferencial de Realm of Ink es su ambientación. Basada en la mitología china, pasear por sus escenarios es un deleite. Ayudan los gráficos dibujados a lo Okami, con contornos  muy marcados y una paleta de colores elegida con mucho gusto. Más allá de lo estético, cada enemigo -y en especial los jefes- está diseñado con mimo. Hay variedad tanto en lo visual como en sus patrones de ataque, crucial en un juego que antes o después inundará tu pantalla de monstruos, efectos y numeritos. En esa línea, imposible no destacar sus minijefes y jefes, como el General Gor, un mono blanco centrado en los ataques físicos, o el monje Jin, más enfocado en los ataques en área. Los jefes tienen dos fases, recuperando toda su vida y cambiando diseño y patrones entre ambas. Es más una cuestión estética que de verdadera dificultad, eso sí.

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Un inframundo facilón

En la dificultad inicial, la que única que está disponible en la demo, los enemigos tardan demasiado en suponer un reto significativo. Aparecen a cuentagotas y anuncian sus ataques alto y claro, no sea que puedan hacerte daño. Tu capacidad para sumar mejoras va mucho más rápido, de forma que siempre vas tres o cuatro pasos por delante de los rivales. Sin duda alguna, Realm of Ink hace más énfasis que Hades en las sinergias locas y tempranas. Se juega igual, pero se rompe muchísimo antes. Tarda nada y menos en atiborrarte con demasiadas mejoras (objetos, perks, artes marciales al derrotar a un jefe, elixires, etc.) y dinero. Se empeña más en regalarte una fantasía de poder inmediata que en obligarte a aprender los entresijos de su jugabilidad partida a partida. Si Hades te curtía a hostias, Realm of Ink te consiente en exceso.

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Basta con relatar mi primera partida para entenderlo. Nada más empezar ya superé dos jefes y tres minijefes. Ninguno supuso bache alguno. Tras unas cuantas salas, el juego te da acceso a un poblado en el que comprar aún más mejoras y comida para recuperar salud. Esta última es bastante barata, por lo que siempre entraba a la sala del jefe con la barra de vida completa. Al derrotar al jefe, los objetos que este dejaba tras de sí me devolvían toda la salud. Sus patrones eran reconocibles y fáciles de esquivar, demasiado para alguien que ose colocarse la etiqueta de jefe, y los dos dashes que obtienes de inicio eran más que suficientes para no pasar apuros. Si en algún momento necesitaba tomar distancia, un Momo hipertrofiado me solventaba la papeleta debilitando al enemigo poco a poco. Al fin y al cabo, es un elemento diferencial del juego y quise orientar mis primeras builds a explotar esta idea, priorizando su fuerza y salud cada vez que los perks me brindaban la oportunidad.

No fue hasta el tercer mundo cuando sentí la tensión que se le presupone a un juego como este. Los escenarios se saturaban con cada vez más enemigos en un juego al que le pone lo barroco, la pantalla sobrecargada de estelas y números de daño. La jefa de este nivel, una muchacha desquiciada capaz de invocar zarzas letales, me hizo hincar la rodilla. Todo sería perfecto de no ser porque, insisto, esta era mi primera partida. Sólo me quedaba un mundo más por delante para superar el grueso del juego. Soy consciente de que es la dificultad base y de que hay otros tres modos más desafiantes, pero siento que estos juegos funcionan mejor sin ajustes de dificultad. O, como mínimo, dejando que seas tú quien elija la dificultad que más se adapte a tu experiencia. Hades me enamoró a golpes, obligándome a aprender sus sistemas e invirtiendo mis escasas ganancias en hacerme la vida un poco más fácil. Como los enemigos se hacían más difíciles conforme yo progresaba, el equilibrio era intachable. Pero así no es como funciona el mundo de tinta.

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Realm of Ink tiene un problema de ritmo. El juego te da mucho a cambio de muy poco nada más empezar. Oleadas muy espaciadas, mejoras épicas antes del primer jefe, muchas oportunidades de curarte y ganar dinero… Leap Studio y Maple Leaf tardan demasiado en ponerte contra la pared, llenar el escenario de enemigos e intercalar sus ataques hasta convertir la escena en una digna de cualquier bullet hell. Ahí es cuando este indie brilla y se gusta.

Sin embargo, es imposible omitir esa falta de equilibrio, presente incluso en dificultades más altas y en partidas posteriores. Sobre todo porque se te invita a invertir lo que obtienes en cada partida para facilitar las venideras con mejoras permanentes. En el primer intento desbloqueé por completo una de las tres columnas, un ritmo demencialmente rápido. Cada vez te rompes antes y el salto de dificultad es más brusco, evidenciando una falta de equilibrio entre el riesgo -nulo- y la recompensa -excesiva-. Por suerte, Leap Studio y Maple Leaf tienen por delante un Early Access en el que escuchar a la comunidad y pulir estos detalles.

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Conclusiones

Porque no nos olvidemos. Realm of Ink es un Early Access recién lanzado y se ve y se juega con una fluidez envidiable aun cuando la pantalla rebosa de enemigos. Ni está a medio cocer ni le falta contenido -el modo infinito es, vaya, infinito-. Además, llega con voces y textos completamente traducidos al inglés. Supone una rara avis en un contexto donde más de uno usa el acceso anticipado de Steam como una careta con la que justificar sus carencias y dejar el proyecto en el olvido. A poco que Realm of Ink no se duerma en los laureles, tiene potencial de sobra para inaugurar -y por qué no liderar- el nicho de los Hades-like, todavía por explotar en comparación con los herederos de Hollow Knight o Celeste. Su futuro tinta muy bien.

Por último, dar las gracias a PressEngine por cedernos una copia de Realm of Ink.

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